Empezaremos pelando las hortalizas: la cebolla, los tomates y los ajos. Lavamos el pimiento y el perejil. A continuación cortamos la cebolla, los tomates y los pimientos en trocitos pequeños. Seguimos cortando los ajos y el ramito de perejil, lo más pequeño posible.
En una cazuela de barro añadimos el aceite a fuego lento y sofreímos la cebolla y el ajo hasta que la cebolla empiece a dorarse. Añadimos el pimiento y lo salteamos todo junto. Después de unos 3 minutos añadimos el tomate y el perejil y salpimentamos a nuestro gusto. Seguimos cociendo los ingredientes a fuego muy lento durante más o menos media hora sin parar de remover.
Pasado este tiempo, nos quedará un sofrito jugoso al cual deberemos añadirle el agua. Seguiremos cociendo a fuego lento sin dejar que hierva para que no se corte el caldo.
Suele acompañarse de rebanadas de pan duro. Existe otra variante, donde se añaden higos de Menorca en el jugo.
Atar la langosta y meterla dentro una olla con 5 tazas (1/4 de litro) de agua hirviendo. Dejadla cocer quince minutos. Retiradla del fuego y dejadla enfriar.
Troceadla con las manos de tal forma que cada comensal pueda servirse un trozo de cola, de cuerpo y piernas.
Pelar la cebolla, el tomate y los ajos. Limpiar el perejil y cortadlo todo pequeño y por separado.
Calentar el aceite en una cazuela de barro gorda, y ahogad la cebolla sin dejar de removerla, con poco fuego. Al ser blanda, añadidle el tomate y los ajos. Continuáis la fritada hasta que se confite. Agregad el perejil y los trozos de langosta. Salpimentadlo y que hierva veinte minutos. Fuego muy alegre.
Ahora poned la salsa de tomate y el coñac. Cinco minutos de cocción y a la mesa.
Disponéis las rebanadas de pan (muy finas) en los platos. Cada comensal las escaldará con la caldereta hirviendo, todo agregando la porción de langosta que le corresponde.
Limpiáis los calabacines. Los cortáis por la mitad, de por largo y con la punta del cuchillo hacedlos cortes a la molsa sin llegar a la piel. Cocedlos con agua y sal. Deben quedar un poco enteros. Apartadlos y escurrirlos.
Cuando sean fríos, sacadles la molsa con una cuchara y picadla.
Peláis la cebolla, los tomates y los ajos. Picadlo por separado.
Calentar a la paella la mitad de aceite y el sebo. Ahogadle la cebolla y cuando sea jugosa agregad el tomate y el ajo. Conseguido el punto de cocción, poned la molsa de calabacín. Salpimentadlo y apartadlo del fuego. Añadid los huevos crudos y batidos.
Disponer las pieles de calabacín en un recipiente refractario, untado con aceite, y rellenadlos con la mezcla. Cubridlos con queso rallado y con pan. Regadlos con un poco de aceite y hornearlos hasta que queden dorados.
Desplumadas las perdices y vaciadas de interioridades, limpiadlas con cura y secadlas con un trapo limpio.
Calentad el aceite en una greixonera plana y dorad las perdices. Conseguido el punto, regadlas y ponedlas a cocer con la cazuela destapada. Ponedles sal.
A los treinta minutos de cocción introducid la cabeza de ajos, entera y sin pelar, el laurel y la pimienta negra.
Cuando falten cinco minutos para retirar la cazuela del fuego, aplastáis el pan tostado en el mortero, junto con la vainilla y el vinagre. Recogéis la mezcla con un poco de salsa y regad las perdices.
Probáis la sazón y servidlas muy calientes. La salsa debe reducir sin que os quede espesa.